PARA LA NACION
Mercedes Oviedo es una de las protagonistas de Tom, Dick & Harry, la comedia que dirige Nicolás Cabré y que puede verse en el Multiteatro, de miércoles a domingos. Es su regreso a las tablas luego de ser mamá de Vicente en junio de 2020, en pleno confinamiento obligatorio por la pandemia. En diálogo con LA NACION, la actriz habló sobre esta vuelta y confesó que luego de dos años de inactividad pensó que ya no volvería a actuar, por eso tenía otros proyectos. Además contó cómo fue parir en pandemia y reflexionó sobre los dos desarraigos que experimentó, primero cuando a los 3 años se fue a vivir a San Bernardo con sus padres y luego, a los 17 cuando decidió volver a Buenos Aires para estudiar y se instaló en casa de sus abuelos.
A pesar de que tiene experiencia en teatro independiente, Oviedo solo había protagonizado una obra en teatro comercial hace seis años, El quilombero, junto a Cabré. “Gracias a esa obra estoy acá porque con Nico nos hicimos muy amigos y ahora me llamó para Tom, Dick & Harry”, remarcó.
-¿Qué pensaste cuando te llamó el director?
-Estábamos yendo al teatro con mi hijo cuando me llamó Nicolás, me preguntó si podía hablar y un poco me asusté . Me dijo: “¿Te animás a protagonizar en calle Corrientes una obra que voy a dirigir?” Se me cerró la glotis (risas). Me contó la historia, me dio el libro, nos juntamos y acá estamos. La verdad es que no lo dudé demasiado porque Nicolás es una persona muy especial, un amigo, lo quiero mucho, nos conocemos un montón y somos muy parecidos en muchas cosas. Volver al teatro comercial con él me pareció un planazo, y además el elenco estaba cerrado, faltaba mi personaje.
-No dudaste, entonces…
-Para ser sincera, tuve dudas porque en junio de 2020 fui madre de Vicente, en plena pandemia, cuando no se sabía nada del virus, no había vacunas y tenías que justificar ir hasta el kiosco. Mi hijo es chico todavía y no sabía si estaba preparada para volver a trabajar.
-¿Cómo fue la experiencia de parir en el momento más duro de la pandemia?
-Fue en el peor momento, pero llegué al sanatorio en dos minutos porque no había nadie en la calle. Parí con barbijo y no me dejaban sacármelo. Mi bebé nació de 8 meses y estuvo dos días en incubadora. Primero nos dieron el alta a los dos y nos volvimos a casa, pero empezó a ponerse amarillo: tenía la bilirrubina alta. Volvimos al sanatorio: fue directo a la incubadora.
¿Y cómo viviste esta situación?
-Fue terrible, pero al mismo tiempo cuando entrás a neonatología te das cuenta que eso no es nada. Fueron solamente dos días y regresamos a casa. Esos primeros meses de Vicente en pandemia fueron momentos difíciles porque soy muy obsesiva, los abuelos querían conocer a Vicente y venían a casa con barbijos y máscaras. Vicente es primer nieto, primer sobrino y todos morían por estar con él, abrazarlo y besarlo y yo me sentía una bruja tratando de poner límites. Era triste. Cuando Vicente tenía 4 meses, Mauricio (Waddle), mi novio, tuvo Covid y nosotros no nos contagiamos. Dividimos el departamento en dos, compré vajilla descartable y le pasaba la comida por el balcón, la dejaba ahí, lo cerraba y le gritaba: “Ya está la comida”. ¡Mi nivel de obsesión! (Risas).
-Tu hijo ya tiene dos años, ¿te relajaste o seguís obsesiva?
-Digamos que lo cuido mucho… Cuando vamos a la plaza juega libre, pero cuando volvemos lo limpio todo. Le trasmití ese TOC y me dice: “Mamá, estoy sucio, límpiame”. Fue importante que empezara el jardín para que pudiera tener su espacio y yo el mío. Creía que me cansaba cuando grababa una tira, pero nada que ver. La maternidad es hermosa pero agotadora (risas).
-¿Cómo fueron los ensayos entonces?
-En los primeros ensayos de la obra pensaba que me venía a un spa. Hacer teatro me viene bárbaro porque comparto todo el día con mi hijo y a la noche vengo a trabajar y dejo la comida preparada, el pijama listo, viene el padre de su trabajo, lo baña, ven una peli y a dormir. En este tiempo quise avocarme a la maternidad porque me parece que los primeros años son fundamentales y quiero disfrutarlo. El año pasado hice una participación en El primero de nosotros, la tira de Telefe y fue una prueba.
-¿Tu pareja estuvo de acuerdo con tu decisión?
-Sí, claro. Lo primero que hice fue hablar con mi novio y con mi hijo, que tiene dos años y medio, pero le cuento todo, trato de decirle siempre la verdad. Entonces le pregunté: “¿Te gustaría que mamá actúe en una obra de teatro? A la noche me voy a ir, pero enseguida vuelvo y me vas a poder ir a ver al teatro cuando tengas ganas”. “Sí, mamá”, me dijo. Y así fue. No voy a negar que al principio me angustiaba un poco porque no es fácil. Lo mismo me pasó en los primeros días del jardín. Es mi primer hijo y el único, por ahora, y todo es muy fuerte. Cuando empezó el jardín me costó más la adaptación a mí que a él (risas). La realidad es que sabía que en algún momento iba a querer volver a trabajar. Pensé que la oportunidad iba a tardar más tiempo en llegar y hasta pensé que quizá ya no iban a llegar propuestas.
-¿Por qué?
-Porque que soy una persona que no me muestro mucho, soy celosa de mi vida personal, no abro las puertas de mi casa. Soy cuidadosa en las redes sociales y ahora todo es muy inmediato, admiro a quienes se muestran, pero a mí me cuesta mucho. Entonces creí que había llegado hasta acá, que estuvo muy bien pero era hora de hacer otra cosa y empecé a pensar en otros proyectos.
-¿Pensaste en retirarte de la actuación?
– En realidad no lo había pensado, pero se fue dando. Simplemente no aparecían propuestas y estaba muy abocada a la maternidad.
-Decías que habías empezado a pensar en otros proyectos, ¿de qué se tratan?
-Cosas que tienen que ver con la niñez porque con la maternidad se abrió una ventana que me gusta y me interesa. Además soy DJ y hace años que trabajo en fiestas y eventos. Tengo muchos intereses.
-¿Cómo fue que te hiciste DJ?
-Siempre me gustó mucho la música y era algo pendiente. Nunca había tenido tiempo para dedicarle a eso hasta que tuve demasiado tiempo (risas) y me animé, empecé a estudiar, contraté un profe y enseguida salió trabajo. Me iba bien hasta que vino la pandemia.
-¿Así se conocieron con Mauricio? También es DJ…
-Nos conocimos en una fiesta a la que fui a pasar música por primera vez y él estaba en el lugar.
Oviedo estaba tan sumida en su nueva vida y su familia, que poco a poco se fue olvidando de la adrenalina que sentía al actuar, pero no tardó en recordarla cuando volvió a subirse a un escenario durante los ensayos.
-¿Extrañabas actuar?
-Cuando pasan tantos años de no trabajar y estás con la cabeza en otro lado, un poco te olvidás lo que te gustaba, lo que lo disfrutabas. Me encanta actuar, disfruto subiéndome a un escenario y esta posibilidad está buenísima porque es un personaje que me encanta. Con Nico nos conocemos hace años, me dio toda su confianza y aceptó las propuestas que traje para el personaje. Quizá un director que no te conoce tanto, no confía demasiado.
-¿Hubo nervios?
-Sí, al principio estaba muy nerviosa, me sentía muy oxidada y Nico me decía: “Dale, vas a poder hacerlo quedate tranquila”. Estoy muy agradecida porque el equipo está buenísimo y encima nos va bien. Volver a tener tu espacio como mujer de trabajo, poder salir de casa y tener ese momento para vos es re importante. Quizá estoy más cansada que antes, pero vuelvo con otra energía, renovada, extrañando un poco a mi hijo y el tiempo que compartimos tiene calidad.
-Volviendo a Tom, Dick & Harry, ¿qué desafíos tiene tu personaje?
-Es una comedia muy dinámica, con mucho ritmo, yo tengo muchas entradas y salidas y me da pánico no aparecer en el momento justo. Tengo que estar alerta todo el tiempo. El personaje es divino y Nico me dejó meter un plus, mi impronta. Me divierto mucho. Esta es mi profesión y la amo y después tengo otras facetas que tienen que ver con lo artístico como la música y la decoración.
-¿También hacés trabajos de decoración?
-No, era un emprendimiento que estaba armando cuando surgió la obra y por ahora, quedó stand by.
-Pasaste tu infancia y adolescencia en San Bernardo y volviste a Buenos Aires para estudiar, ¿qué recuerdos tenés de ese momento?
-Me vine a estudiar con 17 años. Al principio viví con mis abuelos. No sabía ni tomar un colectivo y ellos me acompañaban a todos lados. Cuando empecé a trabajar en Todos contra Juan, con Gastón Pauls, a mis 22 años, pude ir a vivir sola, aunque a dos cuadras de la casa de mi abuela (risas). Mis padres siguen en San Bernardo, así que vuelvo seguido, sobre todo en invierno. Siempre tuve claro que iba a estudiar en Buenos Aires porque toda mi familia está acá: abuelos, tíos y primos. De hecho, me acuerdo que no quería irme a vivir a San Bernardo. Fui primera nieta, primera sobrina y estaba como quería acá. El desarraigo también me hizo crecer mucho. Me fui a los 3 años y volví a los 17. Es muy fuerte estar en un lugar en donde nadie te conoce y tenés que empezar de cero, mostrarte, hacer nuevos amigos. Acomodarte a una ciudad inmensa es un aprendizaje muy grande.
-No le tenés miedo a los cambios.
-No, para nada. He tenido bajones porque esta carrera es un sube y baja continuo y aunque estés haciendo un éxito, mañana no te llama nadie. Es así y hay que aceptarlo. Aprendí a abrir los ojos para ver qué más tengo ganas de hacer. Hay que aprovechar esos momentos y ver el vaso medio lleno.