Carlos Núñez es un músico gallego –gaitero, flautista, compositor-, nacido en Vigo hace 51 años, al que no le gusta dar respuestas salidas de un casete. Tanto que resulta gracioso que a poco de empezar la charla con LA NACION diga, cual conferencista: “A ver, voy a coger un papel y un bolígrafo”. Después de un rato de conversación, ante la curiosidad del cronista sobre qué escribía constantemente, se devela que se trata simplemente de garabatos, dibujos y rayitas de toda índole que le sirven para concentrarse en lo que va contando.
Como tantas veces desde hace mucho tiempo, volverá a actuar en Buenos Aires y, esta vez, repetirá la experiencia de su última visita, la de tocar en el teatro Colón (hoy a las 19.30) junto a una orquesta sinfónica dirigida por el argentino Edgar Ferrer en el marco del ciclo Conciertos Únicos del que participarán también otros artistas que se conocerán próximamente. Los últimos tickets disponibles se pueden comprar en el sitio oficial EntradaUno.
-Carlos, arranquemos con algo conceptual. ¿Qué es la música celta explicado para quien no tiene la menor idea de eso?
-Es un género, como lo son el flamenco, el jazz u otros. Es un género que se sustenta en un escenario de retroalimentación. Es como el flamenco del Atlántico. Es el producto de los contactos entre una serie de países que se relacionan por el mar. Una cosa es la música celta de hoy, que responde a ese deseo de estar conectados y de prestarnos mutuamente. Otra cosa son los antiguos celtas que describían los romanos hace 2000 años. Puede haber elementos que se hayan eternizado, como podría decir un arqueólogo, así como hay herramientas que seguimos utilizando desde la edad del hierro. En este caso, esas herramientas podrían ser ritmos, giros, melodías. En resumen, hablamos de un género que tiene siglos de existencia, que está vivo y que se alimenta de las tradiciones de una serie de países. Y en esto, América ha tenido un papel muy importante. El primer festival celta en el mundo se hizo en Chicago y el primer festival celta del mundo hispánico se hizo en Buenos Aires, y tres meses después se hizo en Galicia, en el año 74.
-Hablamos de tradición, de interconexión pero también de industria de la música y de relaciones con géneros como el pop o el rock.
-Por supuesto, precisamente porque está vivo y porque a esta altura ya forma parte de la industria de la música y hasta tuvo su época de moda en los años 90, en el contexto de lo que se llamó la world music. Hasta ese momento, la música celta en España no existía. Estaban la movida de Madrid, el rock, la new age. Pero sigo pensando en tu primera pregunta y en por qué países tan diferentes, que hablamos lenguas tan diferentes, tenemos este aspecto de la cultura en común. Hay dos personas que lo explican muy bien: el arqueólogo británico Barry Cunliffe, que es quien más sabe sobre el tema celta y el lingüista norteamericano John Koch. Ellos dicen que el mundo celta no es eso que nos habían enseñado desde pequeñitos, sobre esos señores con cuernos que andaban por Europa buscando el sol poniente. Su teoría es que lo que llamamos el mundo celta nació en el Atlántico y, de hecho, encontraron las primeras lenguas celtas en la península ibérica, en Portugal y en España, y que son el resultado de la unión del indoeuropeo con las lenguas ibéricas. Eso se expandió hacia arriba en el Atlántico y el celta fue como el latín: una lengua franca que permitió la comunicación desde la edad del bronce hace 3000 años y un contacto masivo entre todos los finiesterres celtas en la necesidad de realizar el comercio y de obtener productos que no estaban en sus países. Es decir que esa filosofía de conectar es puramente celta y que, en tal sentido, es bien distinta a la del flamenco, que es más exclusivista, que dice que para tocar flamenco hay que ser gitano, que un payo no lo siente igual, etcétera. Por supuesto, después llegaron los romanos que hablaban latín y se calcula que hubo un período bilingüe de unos dos siglos. Pero fuera del idioma hablado, permanecieron algunas filosofías, algunas tradiciones y algunas músicas, por supuesto.
-¿Lo dice por la gaita, por las flautas, por las escalas?
-Por la gaita, sin dudas. Estos estudiosos están convencidos de que nació en la península ibérica en el siglo XV aproximadamente, derivadas de unas protogaitas de Cerdeña, las launeddas, y hasta de los aulós griegos. Y la gaita escocesa o la irlandesa serían a su vez hijas de la ibérica. Pero siempre eso que llamamos celta puro no es más que puro mestizaje.
-Usted siempre fue muy bien recibido en nuestro país, donde llegó por primera vez hace más de dos décadas para presentar su primer álbum, A irmandade das estrelas. ¿Siente esa unión y esa admiración del público argentino?
-Déjame decirte algo que creo que te va a gustar. Argentina es muchas cosas y Buenos Aires, en particular, es la verdadera capital de Europa. Un europeo que quiere conocer a un francés, a un italiano o a un español tiene que viajar a esos países. Vosotros los tenéis allí, porque ya son vuestros vecinos. Más allá del Mercado Común y el euro y tal, esa verdadera cultura europea, lo celta, todo, está de modo natural en Buenos Aires. España está muy americanizada y ha perdido el orgullo por lo nacional. Desde la salida de la dictadura de Franco (y lo digo desde alguien que lo ha sufrido mucho, que ha tenido un padre perseguido y exiliado), te diré que, cuando llegó la democracia, la propia izquierda española se vio muy seducida por el cine norteamericano, por el rock, cosas que no habían entrado por la cerrazón del franquismo. Esa apertura nos llevó a creer que nosotros mismos éramos ese rock y ese cine. Se produjo una especie de sueño americano nuevo en España. Pero los rockeros españoles no son como los argentinos; los vuestros tienen un orgullo que les permiten hacer guiños a las músicas tradicionales, dándole un sello propio. Esa buena relación entre la música tradicional y el rock, por ejemplo, es algo que he visto mucho en Argentina y en Irlanda; y en ningún otro lugar. En España siempre fueron dos tribus irreconciliables. Así que quédate con ese concepto de que Buenos Aires es la verdadera capital de Europa.
-En este concierto del Teatro Colón tendrá como invitado a León Gieco. ¿Tiene que ver con esto que dice?
-Con León llevamos 25 años de una amistad que comenzó desde que vino a mi primer concierto en el teatro Astral de Buenos Aires con Mercedes Sosa de la mano. Acabamos en una cena que para mí fue iniciática. Ahora, hace semanas que estamos charlando. Vamos a hacer una pieza que grabé con él para su nuevo disco que se llama “Dios naturaleza”, recuperando también algo que él había hecho con influencias de Neil Young, con terceras de reminiscencia incaica. Pero hace 20 años ya hicimos con León el tango “Galleguita”, que cantaba Gardel. Él no quería porque me decía que no canta tangos pero finalmente aceptó.
-Y para cerrar el capítulo argentino, ¿qué significa volver a tocar en el teatro Colón y con Ferrer al mando de la orquesta?
-Aquel del Colón, en mi debut en esa sala, fue nuestro último concierto antes de la pandemia. Qué puedo decirte. Que es un teatro impresionante con una acústica increíble. Es como aquellos teatros antiguos a la italiana pero con todos los medios posibles. Es un delirio de la arquitectura. Y en cuanto a Edgar Ferrer, él trabajó con nosotros en esa última vez. Y pasó la prueba de fuego con celtas clásicos. Tiene un buen tempo que no siempre tienen los artistas clásicos para este tipo de música. Se nota que Edgar es argentino.
-¿Se lo ha criticado por mezclar lo celta tradicional con la modernidad de artistas como, por ejemplo, The Chieftains?
-Cuando yo era pequeñito existía la idea de que lo celta no tenía que mezclarse con lo moderno. Cuando empecé a girar con los Chieftains desde muy joven, ellos empezaron a colaborar con los Rolling Stones, Sting, Tom Jones, con Sinéad O’Connor, Ry Cooder. Todo eso enriqueció de una manera brutal a la música irlandesa que tenía cierto tono folkie, edulcorado. La música tradicional no es edulcorada, es la verdadera, podrá no ser cool pero es la verdadera. Después, puede dialogar con otras cosas. Yo tengo una comunión muy fuerte con ellos y particularmente con Paddy (Moloney), que murió, diría yo que de tristeza, durante la pandemia. Y te contaré algo: Paddy tenía el sueño, que no pudo finalmente concretar, de tocar en Buenos Aires. Tanto que llegó a componer una especie de chamamé mezclado con una giga irlandesa que ahora, en su honor, vamos a estrenar en el Teatro Colón. Paco de Lucía me dijo una vez: “mira Carlos, yo siempre le digo a los jóvenes, no me copies a mí, copiad a los viejos maestros del flamenco y trazad un nuevo flamenco diferente al mío”. Los Chieftains, al encontrarse con todos esos rockeros americanos y británicos partieron de sus bases muy antiguas que estaban desde mucho antes ya en América. Así que en verdad se reencontraron con una música celta que ya se había dado en ciertos lugares de los Estados Unidos. Volviendo a tu país, cuando toco en Argentina siento que en su rock nacional o en su chamamé tienen cosas en común con lo celta, ya modernizado por lo hecho en la propia Latinoamérica, que resulta muy atractivo y muy novedoso para nosotros. No es algo de laboratorio. Es algo que se ha producido durante muchos años.
-¿Qué más va a suceder en el concierto de Buenos Aires?
–Otra curiosidad es que haremos músicas celtas de Beethoven. Él descubrió esta música en Viena y ese exotismo le sirvió para modernizar su propia música. Son fusiones que, para hacerlas, tienen que partir de las tradiciones. Será, como sabes, un concierto con una orquesta sinfónica porque me gusta lo de combinar sistemas. Así que habrá desde música tradicional hasta músicas de películas que hemos hecho como para “Mar adentro”. O este chamamé que compuso Paddy o la música celta de Beethoven, con la orquesta e instrumentos celtas combinados. Detectamos que el trap tiene un tempo, un beat, distinto que otras músicas como el reggaetón. Es más lento y tiene eso que llaman triplet flow que tiene mucho que ver con eso que la Real Academia Española denomina endecasílabo de gaita gallega. Es el mismo ritmo que la muiñeira o la giga. De modo que también habrá trap con gaita que trabajamos con jóvenes productores de muy pocos años. Ya ves que en la música celta cualquier nueva aportación puede ser interesante. A eso agrégale músicas que tienen herencia con los viejos modos antiguos de la edad media. Hubo celta en el renacimiento, en el barroco. Y siempre se fue adaptando. En los ‘70 fue el bajo y la batería. Ahora mismo estamos con los jóvenes y la música electrónica desde un portátil. Vamos enriqueciéndola. Y te agrego: con León haremos una nueva versión de “Sólo le pido a dios” con cantantes invitados (Manolo Herrera, Beatriz Pichi Malén, Charo Bogarín y Flor Bobadilla) cantado en castellano pero también en mapuche, en quichua y en guaraní. Y haremos un homenaje a las músicas afroporteñas con una mujer de 90 años, María Helena Lamadrid, con la que compartiremos una milonga y un candombe; todo a raíz de un proyecto que me acercó mi amigo el antropólogo argentino Pablo Cirio.
-¿Qué lo espera luego de tu concierto en el Colón?
-Vamos a tener un concierto en París en la catedral de Saint Denis. Ahí vamos a hacer las músicas celtas de Beethoven con un barítono galés que se llama Bryn Terfel y con la Orquesta Sinfónica de Bretaña. Será eso que adelantaremos en el Colón pero en versión completa.
-¿Le sigue resultando agradable y cómodo vivir en su Vigo natal?
– No resulta cómodo porque estamos lejos de todo. Te tienes que pegar unos madrugones muy grandes para cada viaje. Pero es muy romántico porque vives en el Atlántico, al lado del mar. Me subo en un monte de Vigo y digo: “allí está la Argentina, allí está Irlanda, allí está Boston”. Es un mundo bonito. Mi mamá es de Madrid y podría haber vivido allí, pero para mí la magia está en el mar. El mar te proporciona algo. La musa de la música celta es el mar. Me valen la pena los madrugones y el estar tan lejos. Me llena de magia.